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F-16 o JF-17. Una polémica muy lejos de las necesidades de la defensa nacional

Por Eduardo Mariano Lualdi

Luego del arribo de algunos de los veinte viejos F-16 comprados por el gobierno de La Libertad Avanza con la gestión del ministro de indefensión nacional Petri y celebrados por su continuador, el Tte. Gral. Presti, se ha presentado un curioso debate sobre la utilidad o inutilidad de esta compra. Sus defensores cacarean sobre la compra más importante de armamento para las fuerzas armadas de los últimos 200 años. Milei nunca se las trae con chiquitas. Cuando él se autoelogia, se remonta incluso a los albores de la era cristiana.

Para los aviones comprados a Dinamarca, sin armamento y sin instrumental adecuado e indispensable para su funcionamiento, se destinaron más de 300 millones de dólares. En un país en el que se repite “no hay plata”, si la hay para esta clase de negociados.

Sus detractores lamentan haber elegido esos F-16 en vez de los 34 JF-17 chinos. El más encumbrado defensor de los aviones chinos es el Tte. Gral. Milani, quien ha aparecido en distintos medios alabando las bondades de la oferta del imperialismo chino.

Es tedioso repetir una y otra vez un concepto clave cuando se habla de Defensa Nacional. Esta refiere a una política de Estado que abarca todos los aspectos de la vida de la Nación. Por eso se la denomina como la Gran Política.

Es absurdo decir que esos F-16 son un salto en la calidad de la defensa nacional cuando el gobierno avanza en sentido contrario a esas necesidades, promoviendo la liquidación de todo resorte de soberanía nacional, entregando nuestro patrimonio a distintas potencias imperialistas, en especial a EEUU, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte e Israel. Esto sin subestimar la claudicación ante los intereses de otras potencias imperialistas europeas y del imperialismo chino. La disputa por nuestro país de parte de todas esas potencias es cada vez más aguda.

El gobierno de La Libertad Avanza favorece, con su política, la desintegración de la unidad nacional soberana y el fraccionamiento territorial. Argentina ya es un país dividido por la ocupación colonialista británica.

La política de La Libertad Avanza hacia el Atlántico Sur, reitero, consolida la desintegración nacional y el fraccionamiento territorial. Hablamos de los territorios ocupados directamente o controlados por los británicos y sus pretensiones de colonizar más de 5 millones de kilómetros cuadrados de territorio soberano argentino, incluyendo al Sector Antártico Argentino y amenazando la Patagonia argentina. Aunque esto no elude que hay otros factores de desintegración que este gobierno, de matriz neorivadaviana, promueve con sus políticas.

EEUU ha redefinido su política militar. Boquea: “América para los norteamericanos”. Con esta guía estratégica, se propone tener control absoluto del continente americano desde el Polo Norte al Polo Sur. Esta sería su base militar continental para enfrentar a China y, eventualmente, a China, Rusia y sus aliados. De ahí su amenaza militar a la República Bolivariana de Venezuela, a Colombia y también a México.

Este rumbo estratégico explica los dichos de Trump sobre Groenlandia y Canadá, aunque, en este caso, recibió una respuesta directa del Reino Unido. Canadá pertenece a la Comunidad Británica de Naciones.

Ningún analista medianamente serio ignora que un ataque militar contra la República Bolivariana de Venezuela puede ser el detonante de un conflicto de imprevisibles consecuencias. Tampoco que, si EEUU decide atacar esa nación latinoamericana, Nicaragua y Cuba seguirán en la lista. Todo eso llevaría a transformar a América Latina en un nuevo Medio Oriente a costa de territorios de nuestras patrias y sufrimientos de nuestros pueblos.

La compra de aviones chinos implicaba un salto estratégico militar. Nunca estuvo en los papeles este salto. Ni con Néstor Kirchner, ni con Cristina Fernández, ni con Alberto Fernández. ¿Por qué? Porque las decisiones que involucran acciones militares tienen una dimensión completamente distinta a los negocios financieros o intercambios comerciales.

China es el principal socio comercial de Argentina y posee una base militar en Neuquén. Esto imprime una tensión enorme a la política interna que confronta los intereses de EEUU y sus socios contra el bloque que compone China, Rusia y sus aliados. Como señalamos líneas arriba, la disputa interimperialista por el dominio de la Argentina es cada vez más feroz. Pero redefinir la posición geopolítica y militar argentina es harina de otro costal.

Nunca esos gobiernos pensaron en ese salto geopolítico y militar o, por lo menos, nunca hubo evidencia de que esto estuviera en sus planes. Hay demasiados hechos que lo demuestran.

Sin una política de independencia nacional, de soberanía en todos los aspectos de la vida de la patria, de defensa de la integridad territorial, la discusión si F-16 o JF-17 es de Perogrullo.

Para definir qué es lo más conveniente para la modernización del instrumento militar, es decir, las fuerzas armadas, es indispensable partir de la decisión de ser una nación independiente de todo dominio extranjero. De sostener la defensa nacional con base en las capacidades autónomas de toda la Nación. Esas capacidades deben liberarnos de cualquier dependencia extranjera.

La historia ha demostrado una y otra vez que esas dependencias, a la hora de defender los intereses nacionales, nos juegan abiertamente en contra. Para muestra: la guerra nacional de Malvinas.

Es necesario, también, definir hipótesis de conflicto e hipótesis de guerra. Se repite bobamente que Argentina no tiene hipótesis de guerra. El Reino Unido anualmente hace ejercicios militares en Malvinas, cuya hipótesis es una guerra contra la Argentina. No lo decimos nosotros, lo dicen ellos, los usurpadores. Y no solo lo dicen, lo demuestran anualmente.

En definitiva, repitiendo aquella sentencia de don Arturo Jauretche, en todos los campos de la vida nacional y muy especialmente en el de la defensa, el problema no es cambiar de collar, sino dejar de ser perro.