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LOS DIFERENTES

La noche del 23 al 24 de marzo de 1976, mi viejo durmió en algún banco de alguna plaza de Capital Federal. No sé cuál. Tampoco sé por qué, pero me imagino que fue en una que está en Barracas, en la avenida Montes de Oca, entre el puente Pueyrredón y Constitución. Quizás es porque pase mil veces por ahí. Quizás porque queda entre Avellaneda, donde vivimos luego muchos años, y Constitución, que es donde vivía Carlitos, el hermano del Dr. Chino. Quizás es intuición nomas, pero hasta me imagino el banco, sobre una de las calles laterales, lejos de Montes de Oca y más cerca de la calle que da hacia el lado de La Boca. Me lo imagino sentado, con las manos en los bolsillos, los pies cruzados debajo del banco. Me lo imagino pensando en nosotros, sobresaltándose ante el silbido de algún mosquito. Mientras él dormía, o intentaba dormir, a las 3.21 horas llegaba el comunicado número 1 de la Junta Militar.

Mi vieja, con mi hermano bebe y yo, habíamos viajado “de urgencia” a Mar del Plata. Horas antes, la mañana de 23, el no llego al trabajo, volvió a casa y desesperado discutió con mi vieja que se fuera rápido con nosotros, que el golpe venia en horas. Yo tenía cinco años y ante los gritos me lleve a mi hermano de meses a jugar a la piecita con autitos. O con una pelota, vaya a saber. Yo tenía cinco años y ya entendía mucho. Ya comenzaba a saber diferenciar lo importante de lo urgente. Quizás por eso me lleve a Luciano a la pieza. Quizás por la cara desencajada de mi viejo. Yo tenía cinco años, pero ese día, en ese instante, crecí de golpe. Y la casa de Berisso, en el Barrio Obrero, era “visitada” por unos señores en Falcon Verde, esa misma noche. No nos encontraron.

Todo eso y mucho más pasaba esa noche. Y mi viejo, el Dr. Chino, dormía en algún banco de alguna plaza de Capital Federal. ¿Se puede dormir así? ¿No podía ir a alguna casa de algún amigo o pariente? Estas preguntas no se las hice a mi viejo en vida. Rearmo la historia y me doy cuenta que poco hablamos, a veces, de cosas tan importantes. Estas y muchas otras cosas que tienen que ver con la historia de nuestros padres, generalmente como hijos no le damos importancia en vida. Hoy entiendo que era más seguro dormir en una plaza que la casa de algún amigo o pariente. Y que algo durmió. Hacía días que esperaban el golpe. Hacía días que dormía con un ojo abierto y otro cerrado. Y que ante el menor ruido se sobresaltaba y corría a la piecita a ver si estábamos nosotros. Entonces al sueño a veces ganaba. Y esa noche, algunas horas durmió. Seguro.

No sé qué hizo el 24 y el 25. Seguro buscaba algún lugar donde vivir con nosotros. El carnet de médico era un escudo ante un control policial. Ante cualquier parada mostraba el carnet y decía que iba de urgencia a curar a alguien. No sé si lo usó esos días. Pero eso lo aprendí años más tarde cuando nos paraba algún control de tránsito en cualquiera de los autos viejos que tenía mi viejo: o el Renault 4, el Taunus, el Torino. Siempre estaban hecho pelotas. Y siempre nos paraban. Más de una vez zafamos. “Voy a atender a un enfermo de urgencia oficial”, les decia de entrada, y les pelaba el carnet. “Adelante Doctor, disculpe la molestia”. Largábamos la risa a la cuadra. Un día un oficial nos miró de costado y le pregunto qué hacia un médico en un auto tan viejo. “Es prestado oficial. Es mío está en el taller, y el enfermo esta grave, estoy apurado”. Siempre fue un tipo audaz el Dr. Chino.

Lo que si se es que el 26 de marzo mi vieja viaja sola a Buenos Aires y se encuentran en la casa del hermano de mi viejo, Carlitos. Vivian en un departamentito chiquito en Constitución. Necesitaban, mis viejos, alquilar alguna casa para vivir. Entonces cae el cuñado de Carlitos y los encuentra en pleno debate. Al minuto les ofrece su casa. El y Eva, su mujer. “Dame un mate rápido que salgo a buscar alquiler para mí ya mismo. Ustedes con los pibes se meten en mi casa, no se habla más”. Así fue como caímos a vivir en Avellaneda, en una casa de la calle Zeballos al 500. El cuñado del hermano de mi viejo se llama Carlitos también. Pienso en su actitud. Valiente. Desinteresada. Quizás desmedida, o inconsciente. Se me viene a la memoria una escena de la película “El secreto de sus ojos”. En la dictadura, la cosa se pone difícil para el protagonista, Darin. Y aparece un tipo que le dice que se raje. Y lo ayuda no solo avisándole, sino que le da guita. Tengo grabada la escena en una estación de trenes, cuando Darin se va a Salta creo, y el tipo va y le da guita. Casi sin conocerlo. Sin ninguna otra necesidad que ayudarlo.

En momentos límites aparece gente así. Y Carlitos fue uno de esos. No solo para mi viejo, sino para toda la familia. Tipos que marcan, con solo una actitud. Como en el fútbol, esos números diez que en un partido aparecen sólo en una jugada, en un segundo y definen un partido. Únicos. Diferentes.