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17/04/2024

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Milei y los Libertarios: apariencia y esencia

Por Carmelo Cortese (*)

Javier Milei, diputado nacional, economista y líder de “La Libertad Avanza”, despierta un gran debate que suele quedarse en las apariencias externas (el histrionismo, la cabellera, los insultos) o en los cálculos mezquinos (“que no se presente por fuera de Juntos por el Cambio”, “es funcional al kirchnerismo”, “divide a la oposición”). Más allá de los resultados electorales y por detrás del personaje (una especie de vocero de intereses poderosos) emerge un objetivo caro a las clases dominantes de nuestro país: instalar un piso de ideas de derecha como nuevo sentido común, proponiendo como novedad el viejo programa del más rancio liberalismo autoritario argentino, ya ensayado por la Dictadura, el menemismo y el macrismo.

La aparición de los libertarios y de representantes como Javier Milei no deben considerarse como
una flor exótica, sino como una expresión más (tal vez la más radicalizada) del avance de ideas
políticas y económicas de derecha en una sociedad vapuleada por una crisis que parece no tener fin. La derrota electoral de Juntos por el Cambio, en 2019, expresó la búsqueda de otros rumbos ante el desastre económico-social provocado por el gobierno de Mauricio Macri. Sin embargo, el 40% de votos cosechados indicaba un piso alto de aceptación política que no coincidía automáticamente con la ubicación de los sujetos en la estructura económico-social. En 2021, la principal coalición opositorade derecha triunfó en las elecciones legislativas, ante la retracción de millones de votantes decepcionados con el Frente de Todos

Esos datos nos obligan ─a quienes sostenemos posiciones democráticas, populares, antiimperialistas y de transformación social profunda─ a realizar un análisis más profundo de las causas de este corrimiento a la derecha, del contenido de los discursos, y de por qué son captados amplios sectores sociales, que exceden a los estratos acomodados, abarcando amplios grupos medios en proceso de empobrecimiento, e incluso bajos.

Milei estuvo en Mendoza, el sábado 23 de abril, y dio una clase pública sobre dolarización de la
economía, resumida por medios locales en una frase: “Nos tenemos que deshacer de la basura del
peso, que no sirve ni para abono» (disponible en Javier Milei la rompe en Mendoza: multitudinaria
conferencia sobre dolarización- 23/04/22 – Bing video)
. En este acto político-conferencia- show
televisivo fueron presentados los nudos centrales de la propuesta libertaria. De alguna manera,
desde que apareció mediáticamente y luego como candidato, Milei ha usado y abusado de un
efectista estilo agresivo que lo ha potenciado en el escenario político argentino.

No subestimar el estilo y las formas del discurso

Las presentaciones de este dirigente no son espontaneas, sino una cuidadosa puesta en escena, con
director (el cineasta Ramiro Oría), música (“Panic Show” de La Renga) y símbolos (el león y los
leones) especialmente seleccionados. Aparece, salta, grita, actúa, imposta la voz, insulta, se burla de
todo y de todos, apela a las emociones y la irracionalidad. La estrategia comunicacional incluye un
viejo repertorio aggiornado con medios tecnológicos para cautivar y enfervorizar al auditorio.

El esquema expositivo de los modernos libertarios (muy lejanos de los anarquistas anticapitalistas del siglo XIX, y con tufillo de las corrientes autoritarias y antidemocráticas de comienzos del siglo XX) es muy simple. Primero señalan algún fenómeno real que perjudica a la mayoría de la población, lo unilateralizan y aíslan de otras variables del contexto complejo: “la moneda se ha depreciado”; “el peso pierde valor”; “el peso es basura”; “eso es inflación” (sic).

Inmediatamente señalan un culpable: “el Banco Central y los políticos”. A continuación, la solución
milagrosa: “eliminar el banco Central, el peso y los políticos”. Para eso se necesita un salvador: “Milei
2023”. El feroz antipolítico se postula para ocupar el principal cargo político del país, acompañado
por un Ministro de Economía que piense y actúe en consonancia.

Intercalado con este razonamiento lineal, y a lo largo de una hora, nuestro showman repite decenas
de veces en tono acusatorio, peyorativo y burlón: casta política; políticos chorros; ladrones;
delincuentes; robo de los políticos; dejen de robar; econo-chantas; parásitos ladrones; basura de la
casta; manga de chorros; burros; brutos; aprendan a leer ecuaciones

Cada improperio arranca las ovaciones y gritos de los asistentes, que corean “Hijos de p…”, “Milei
presidente”. La bronca justificada de los que pierden día a día la carrera contra la inflación se
descarga, sin mediaciones ni complejidades, sobre “los políticos”. Ninguna alusión, ni remota, a los
grandes ganadores económicos de este mecanismo expoliador de las mayorías.

Anticipándose a las críticas por este simplismo falaz, Milei intercala las descalificaciones con
menciones a economistas obviamente desconocidos para la mayoría del público ─Menger y
Friedman, Smith y von Mises─; cita postulados de la teoría cuantitativa de la moneda, e incluso
recita algún párrafo de los manuales de economía liberal.

Cuando predomina este tono “profesoral”, la multitud calla. Lo más probable es por incomprensión
de los teoremas y ecuaciones lanzados como verdades absolutas. Pero no se trata de ignorancia del
auditorio, sino de la equívoca y dogmática definición de una compleja situación económica,
acompañada por descalificaciones a todos los que no comparten esa visión. ¿Milei es un sabio y
todos los demás son burros? ¿O es una burrada proponer una explicación puramente monetaria para un problema estructural y multidimensional?

El estilo y las formas recuerdan los preceptos de la propaganda fascista. La repetición machacona de
expresiones simples, la elección de un enemigo a quien culpar, la intolerancia a cualquier disidencia,
la apelación a la violencia (“echarlos a patadas”). Los libertarios no debaten con nadie, solo exponen
dogmáticamente sus creencias y sus soluciones mágicas insultando y denigrando aún a otros sectores de la derecha. Estas seudo-explicaciones cautivan a sectores vulnerados, trabajadores de bajos salarios, precarizados laborales, cuentapropistas y capas medias en picada. Se trataría de una especie de proto-neofascismo, una preparación para un Estado autoritario particular, propio de un país dependiente, empobrecido y desigual.

Milei se sincera en un momento y expresa que él, a diferencia de “la basura de los políticos
ladrones”, “está bien pagado por sus conferencias”. ¿Quiénes son los filántropos que pagan tan bien
por difundir esas propuestas? ¿Quiénes están tan empeñados en financiarlas? No es difícil descubrir
a poderosos grupos económicos favorecidos por el desarrollo ideológico de esta corriente funcional a la dependencia nacional y a un capitalismo a rajatabla.

El montaje escénico de los libertarios oculta a los verdaderos dueños del país (los Rocca, Eurnekian,
Bulgheroni, Galperín, Elztain, Mindlin, Grobocopatel, entre otros), beneficiarios de la concentración y
extranjerización económicas; y los reemplaza por el concejal, el diputado, el gobernador o el
presidente, blancos de la furia y el desencanto popular.

Los contenidos de la propuesta libertaria

Coherente con las formas mencionadas, las soluciones libertarias deslumbran por lo simple y fáciles
de alcanzar. Estaban ahí y no nos dimos cuenta. Tal vez, la promesa más impactante sea “ustedes
elegirán libremente la moneda que quieran; da lo mismo que sean euros, yuanes, bitcoins o dólares”. Esta competencia o libre elección de moneda es acompañada con un sistema de Banca Libre eliminando el Banco Central y toda regulación financiera. Una vez que los argentinos opten, “y
seguramente lo harán por los dólares”, entonces “tomamos los activos del Banco Central,
rescatamos las Leliqs y la base monetaria, eliminamos el peso y la inflación”.

Los libertarios dan su receta, no admiten preguntas, el que no entiende es un bruto. ¿Nosotros
podemos elegir la moneda que circula en los intercambios del país? ¿Podemos obtener la cantidad
necesaria de euros o dólares para reemplazar los pesos? ¿Fabricamos, nos prestan, nos regalan
monedas valiosas? ¿Acaso los EEUU y la Unión Europea no tienen su propia autoridad monetaria, la
Reserva Federal y el Banco Central Europeo? ¿Son burros que no siguen las indicaciones libertarias
para eliminar el robo que significa imprimir sus monedas? Cuando usted grita “No queremos más la
moneda de los políticos argentinos” ¿significa que sí queremos la moneda de los políticos
extranjeros, sean yanquis, ingleses, alemanes o franceses?

Suponiendo que obtenemos una nueva base monetaria con los preciados dólares ¿qué pasa el
primer día de la dolarización? ¿Comenzarán a circular dólares suficientes para todos? ¿Canjearán mi
salario en pesos por dólares? ¿A qué valor? ¿Los precios de las otras mercancías serán congelados al valor actual? ¿Si con mi jornal diario compro un kilo de carne, un litro de leche, un kilo de pan y el
transporte diario, ahora con dólares en la mano, compro más? Siendo un desocupado ¿obtengo
empleo al desaparecer el Banco Central y los pesos?

Por ejemplo, un asalariado de $50.000 mensuales ¿recibirá u$s 500 al cambio oficial? Sospecho que
en el mejor de los casos sólo u$s 250 al cambio paralelo. Si pretende acceder a una vivienda
económica de 78 m2, ya cotizada en u$s 36.000 (Reporte Inmobiliario de febrero), necesitará
destinar la totalidad de su ingreso durante 12 años para un objetivo tan lejano como antes.

Mientras tanto, el complejo sojero (altamente concentrado), que exportó durante 2021 unos u$s
24.000 millones, al desaparecer el peso no debería liquidar esas divisas. Y como además, los
libertarios eliminarían retenciones, se refuerza su posición ganadora

Es decir que la solución mágica es una garantía de afianzamiento de la desigualdad existente. Un
puñado de terratenientes, complejos agroexportadores, grupos financieros, oligopolios industriales y comerciales se beneficiarán aún más, liberados de impuestos, regulaciones y restricciones de
cualquier tipo. El resto de la pirámide económica y social verá ampliada la brecha con esa cúpula,
debiendo conformarse a lo sumo con “estabilizar” la situación presente.

La ilusión o fetichismo monetario invierte las relaciones. No es el dólar ─a fin de cuentas un papelito
verde─ el que hace fuerte a EE. UU., sino que es el poderío político, económico y militar de la
potencia dominante desde fines de la 2da Guerra Mundial lo que confiere valor a su moneda. El
orden mundial establecido en la posguerra, los acuerdos monetarios y las instituciones financieras
supranacionales (FMI, BM), instalaron al dólar como moneda de referencia internacional,
desplazando a la potencia mundial del s. XIX, el Reino Unido y su moneda la libra esterlina.

Que los bienes y servicios argentinos se midan e intercambien en dólares no incrementará la
producción nacional; no cambiará la desigualdad en la propiedad de la tierra, las fábricas, los bancos y los comercios; ni mejorará la distribución primaria del ingreso. Después de cambiar los pesos por dólares “vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza”. Algunos seguirán con sus empresas exportadoras y sus dólares en paraísos fiscales, otros seguirán en la economía informal, o en la formal con salarios insuficientes, que aún cobrados en dólares se escurrirán rápidamente de sus manos para retornar a los oligopolios que dominan el mercado interno.

En el razonamiento libertario se impone una ficción de sociedad donde solo existen una casta de
políticos y un conjunto de ciudadanos esquilmados. Es una visión esencialmente individualista,
atomista, donde desaparece la totalidad social compleja, en la cual se articulan múltiples
dimensiones (económica, política, social, ideológica); borrando también la estructuración
contradictoria de clases y sujetos sociales en función de sus posiciones en el sistema de producción
social (explotadores y explotados) y en el entramado sociopolítico (opresores y oprimidos).

Nada nuevo bajo el sol

Bajo la hojarasca de las supuestas novedades, asoman sin mucho disimulo los programas económicos que causaron mucho daño a la nación y al pueblo argentinos. Milei reivindica sin tapujos a Menem, Cavallo y la convertibilidad, porque en ese periodo (1991-2001) “Argentina fue uno de los países con menor inflación mundial”. Eso es verdadero, pero solo parcialmente, porque el costo de la temporaria estabilidad fue muy elevado y pagado por las grandes mayorías populares.

La convertibilidad se mantuvo mientras entraban dólares a cambio de la entrega de las empresas
más valiosas (YPF, FFCC, AyE, Gas del Estado, AA, Entel, etc.) con grandes porciones de mercado
cautivo (fundamentalmente en servicios públicos). Se produjo un gigantesco endeudamiento
externo. Ingresaban dólares a cambio de pesos volcados a la especulación que, incrementados,
volvían a cambiarse por dólares a un tipo de cambio asegurado. Es decir, endeudamiento y fuga de
capitales. La ilusión duró hasta que los ajustes y la entrega despertaron al verdadero león argentino
en memorables puebladas. Y hasta que el secretario del Tesoro norteamericano, Paul O’Neill,
advirtiera que no gastarían más “el dinero de los carpinteros y de los plomeros estadounidenses”
para auxiliar a la economía argentina. Nos quedamos con la crisis recesiva (1998-2002), fiscal y de
endeudamiento, con hiper-desocupación y pobreza del 50%. Fue uno de los procesos de concentración económica, centralización del capital y extranjerización más veloces y notables de la
historia económica.

La ponderada convertibilidad monetaria (un peso igual a un dólar), especie de paso previo a la
dolarización, fue parte de un programa sostenido en tres pilares claves: privatizaciones,
desregulaciones y flexibilidad laboral. Cualquier parecido con las propuestas libertarias no es
casualidad: privatizar todo lo que aún no haya sido privatizado (inclusive la salud y la educación);
extirpar todas las regulaciones (económicas, financieras, monetarias) y eliminar “las rigideces”
laborales (arrasar con los sindicatos, los convenios colectivos y la legislación laboral en general).

Tampoco son novedosas las exhortaciones a reducir impuestos y gasto público. Milei retoma lo
fundamental de la gestión macrista, cuyo balance es una catástrofe económico-social: recesión,
inflación, pobreza, endeudamiento. ¿Quiénes pagarían menos impuestos? Terratenientes y
agroexportadores, grandes fortunas, beneficiarios de rentas inesperadas. ¿Cómo se reduciría el gasto público? No en los intereses de la deuda pública, sino con despidos de empleados públicos, menores salarios y jubilaciones, reducción o eliminación del gasto social.

Las clases dominantes vienen impulsando el desprecio por la historia como una modalidad de
ignorancia política, de manipulación de la memoria colectiva, para instalar un sentido común
reaccionario permeable al ideario de la derecha. Si se agrega la impotencia del Frente de Todos en
resolver la crisis, se obtiene el clima propicio para que un aprendiz de brujo parezca un sabio
economista y un líder político capaz de resolver los dramas diarios de millones de argentinos.

¿Que representa entonces Milei?

Los libertarios proclaman la muerte de la casta política, pero representan lo más retrógrado de la
dirigencia política argentina. No es una afirmación subjetiva, sino una comprobación empírica. En su
presentación mendocina, Milei estuvo acompañado por la dirigencia del Partido Demócrata, los
viejos gansos, nítidos exponentes de la tradicional oligarquía vitivinícola mendocina que prestó sus
cuadros a la Dictadura Militar. También es público el acompañamiento de Eduardo Menem y de
Roque Fernández (el último ministro de economía de Carlos Menem). Asimismo se arrojan elogios
recíprocamente con Cavallo, funcionario de la Dictadura, de Menem y De la Rúa. Lo rescata la
presidenta del PRO, Patricia Bullrich. El “peronista republicano” Pichetto no descarta su inclusión en
Juntos por el Cambio. ¿No son todos integrantes de la casta política?

A poco andar se advierte que no están en contra de la casta, solo utilizan demagógicamente el
descontento y el resentimiento; ubican un chivo expiatorio para eliminar (por los medios que sea) a
los representantes de políticas populares, nacionales, democráticas, progresistas, revolucionarias. Se
proponen un gobierno con la mínima oposición posible, con la casta de los Milei, Macri, Bullrich,
Larreta, Cornejo. Los poderosos que manejan los hilos detrás de la danza de candidatos buscan al
que mejor represente sus intereses y más seduzca al electorado. Puede ser cualquiera de ellos
porque expresan los mismos intereses, y procuran volver al gobierno “para hacer lo mismo, pero más rápido”, garantizando las reformas laboral, previsional, impositiva, educativa, y todas las necesarias para sus objetivos.

¿Qué queda entonces del furioso discurso libertario? Libertad absoluta para los de arriba,
prohibiciones para la organización y resistencia de los de abajo. Reflotan la antigua fábula del zorro
en el gallinero. En ese corral libertario el Estado solo interviene cuando las víctimas se defienden y
esgrime su garrote para reponer…la libertad de los zorros para devorar las gallinas. El estado mínimo de los liberales y los libertarios no es un estado débil, sino fuerte para imponer en la dimensión política lo que ya ocurre en la sociedad y el mercado por la libre competencia y las leyes de la acumulación: los peces grandes se devoran a los chicos.

Desnudar ante las masas explotadas y oprimidas la esencia de las propuestas de la derecha argentina en general, y las libertarias en particular, es un paso imprescindible en la lucha por una sociedad liberada en una nación soberana.

(*) Sociólogo. Profesor Consulto de la UNCuyo