Por Ariel Oliveri
La marcha de las mujeres ayer en Mar del Plata me causó la sensación de una explosión. Y no exagero. Es exactamente eso. Una explosión. Una explosión de rebelión ante miles de años contra un mundo patriarcal y machista.
Voy a marchas desde los 15 años. Pero pocos, muy pocas veces me dió esa sensación de explosión como ayer una marcha. Hay detalles que muestran que esto no se para más. La cantidad de cartelitos hechos a mano y pintados con temperas o fibrones por chicas jóvenes expresan para mi algo diferente. La cantidad de mujeres organizadas en grupos pequeños muestran la masividad. No solo marcharon organizaciones sociales o políticas. Muchas chicas jóvenes en grupos. De las escuelas, de las universidades, de los barrios.
Una explosión con la alegría al frente. La alegría de estar juntas y no callarse nunca más. Una alegría con bronca también. Una alegría con reclamos y exigencias. Una explosión que detiene el sometimiento de miles y miles de años. Una explosión que dice basta de abusos, basta de acoso, basta de femicidios, pero también basta de chistes, basta de ser calificadas como objetos, basta de decidir sobre ellas, sobre sus cuerpos, sobre sus vidas, sobre sus gustos, sobre sus sueños. Una explosión que genera asombro y esperanzas.
Hace unos años el 8 de Marzo en Mar del Plata se conmemoraba con un acto frente a la catedral de no más de 50 personas. Me acuerdo de ir a representar obras de teatro y que la gente pasase y nos mirara como si estuviésemos locos. Algunos preguntaban y les contábamos que era el día de la mujer trabajadora y no sabían. Esta explosión llevo a que este día de conmemoración y lucha ya no pase por alto para nadie. Bienvenido sea.
La lucha de tantas mujeres dio sus frutos. Hoy explotó. Tendrán que explotar otros reclamos. Como el reclamo por la educación y la salud pública. Como ya explotó el reclamo de memoria, verdad y justicia cada 24 de marzo. Debemos ser millones en las calles defendiendo lo justo. Es la única manera de conquistar derechos o defenderlos. Quienes nos dominan son poderosos. Pero nosotros somos más. Habrá que organizarse más, salir más, luchar más, convencer más.
Porque en un país tan rico no puede haber hambre ni pobreza. No podemos permitirlo. Si las mujeres pudieron, después de tantos años de sometimiento, hacer que esto expote, como no creer que se puede.
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